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La forma cinematográfica del océano

  • Andrés Tejada Iglesias
  • 5 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

The Return” (2003) y “Leviathan” (2014) de Andrey Zvyagintsev.

“No puedes sacar a Leviatán del agua con sólo un anzuelo” – Leviathan (2014) Todo el que haya tenido la oportunidad de estar parado en una playa frente al imponente mundo de los mares, se ha sentido pequeño, maravillado y hasta curioso por lo que allí se esconde. Otros podrán haber experimentado miedo, pero lo que captura Andrey Zvyagintsev a través de su cine, es terror y desesperación no sólo por lo desconocido que allí en el fondo se puede esconder. No, lo del cine de Zvyagintsev es otra cosa. Es necesario empezar diciendo que no existirán spoilers en este artículo sobre las películas de las que se hable, no es propio de un buen análisis hacer un resumen de la trama. Habiendo aclarado esto, vamos a los filmes de este director ruso que podrían ser descritos como “azules” en su totalidad; “The Return” (2003) y “Leviathan” (2014), ambos nominados en su momento al Oscar para la “Mejor Película de habla no inglesa”. ¿Por qué digo que el océano es atemorizante en estas dos obras? Empecemos por el aspecto técnico; es expuesto inmenso y sin acompañamiento musical durante largos segundos, y sí, estarán pensando: “gran cosa, yo puedo hacer lo mismo con un árbol o ir a una playa y grabarlo yo mismo”. Pero creo que el árbol no nos hará sentir tan insignificantes, y creo que el mar en sí mismo no representa miedo y desolación, es constantemente relacionado con fiesta, sol y vacaciones.

¿Qué hace especial a “The Return” por ejemplo? Que existe una trama de cambio y evolución, un proceso de transición en nuestros protagonistas, aunque ellos no lo saben, no tienen certeza de lo que los espera, y es que es a lo desconocido a lo que le tememos, y Zvyagintsev lo sabe muy bien, por eso nos ubica en un pueblo costero y en invasiones constantes de lluvias en la vida de los hermanos protagonistas. En este filme del 2003, empezamos sumergidos en el agua junto con la cámara (no es spoiler, no van ni dos minutos cuando esto pasa), vemos los restos de una especie de canoa como simbolismo de destrucción y perdición en el fondo del mar. La película no intenta abrir con escenas bonitas o llamativas, nos va tirando en la cara directamente un recurso narrativo muy poderoso que estará presente en todo su desarrollo. Y ahora vamos con “Leviathan”, una de las mejores películas que este siglo nos ha dado, ganadora en el Festival de Londres con justicia, además de obtener el premio a mejor guión en el Festival de Cannes y la mejor fotografía en el Festival de Sevilla. Este irreverente, bíblico y político film nos ubica nuevamente en un pequeño caserío costero, pero en un contexto completamente distinto. El océano ya no va a actuar como terror a lo desconocido solamente, sino como un constante recuerdo de las situaciones que viven los protagonistas. Será una metáfora más que poderosa, en la que lo mítico se mezcla con lo real por un par de segundos que se convierten en algo glorioso e inolvidable. El papel del océano en “Leviathan” es recordarnos los pequeños y débiles que somos ante fuerzas que han gobernado durante generaciones. Nos encierra y ahoga a través de distintas situaciones en las que olas metafóricas nos empujan de un lado a otro, desfigurando nuestra percepción y capacidad de fortalecernos. El manejo de la fotografía que acaba convirtiéndose en una poesía visual a nivel estético, en realidad encierra una metáfora cruel y desalmada, se complementa perfectamente con un guión que va a ir desdibujando a sus protagonistas en tonos azules acompañándose de una poderosa referencia bíblica. Por favor, todos ustedes que por alguna casualidad terminaron leyendo este artículo, no pierdan la oportunidad de ver estas dos maravillas del cine ruso, no vayan a desaprovechar esta mirada del océano como amenaza y transición en un caso, así como de impotencia y encierro en el otro. Adelante, no se van a desanimar de ver el océano cinematográfico que capturan estas dos bellezas de películas, donde él es el protagonista y director de los tiempos, demostrando lo pequeño del ser humano frente a las impetuosas olas y la poderosa inmensidad azul.

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