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Cuando el montaje frenético funciona

  • Andrés Tejada Iglesias
  • 16 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

“Snatch” (2003) de Guy Ritchie.

Una u otra vez hemos tenido la oportunidad de leer en la agraciada red social de Facebook, sobre las explosiones que usa Michael Bay como director de las películas de Transformers, y es que es muy cierto que Bay se deleita haciendo explotar cosas de un lado para el otro, con un montaje frenético que confunde al espectador, quien queda sin saber muy bien qué es lo que está pasando en la pantalla. Bueno, este es el ejemplo perfecto de cómo no hacer un montaje frenético, de cómo desperdiciar este recurso en batalles banales que no trascienden.

Por otra parte, tenemos a Guy Ritchie (Quién ha caído un poco en desgracia, hay que decirlo) y su trabajo máximo: SNATCH, un ejemplo de acción bien lograda sin saturar y con unos personajes interesantes. Un sinfín de cambios estilísticos y una fotografía sucia que abusa de planos que desparecen al instante, pero que cumple con su función y se hace memorable a través de estos recursos.

Una parte fundamental de esta obra tan grotesca y divertida son sus transiciones, pasar de una escena a otro con elementos que aparecen en la pantalla es algo que no todas las veces se puede hacer bien. Para entender mejor a lo que me refiero, les dejo el link de una de las primeras escenas donde a través de las transiciones y unos títulos muy coloridos (míticos) conocemos a todos los protagonistas.

Cuando hay un grande de la actuación, hay que mencionarlo: Brad Pitt se luce en esta película, contribuyendo con su caracterización de Mickey, el gitano alcohólico y boxeador, al desarrollo acelerado pero ejercitado y planeado de Snatch. Y no sólo Pitt, sino que todos los involucrados cumplen con creces su sucio papel en este film de diamantes, apuestas, cerdos y boxeadores.

El director británico ya había trabajado de esta manera en “Lock, Stock and Two Smoking Barrels” de 1998, una temática muy similar con personajes entretenidos, pero no entrañables y recordables. Así que Snatch fue el mejoramiento de su primera película, llevando los elementos con los que había experimentado a una fase de perfecto descontrol.

Una narrativa divertida que cumple con su responsabilidad de llevar al espectador a través de la historia y los personajes, pero sin dejar de lado diálogos con cargas de humor negro y peleas memorables. Y ahora que hablamos de las peleas, que cosas tan maravillosamente coreografiadas desde la dirección, la cámara sabe dónde estar y se siente felizmente ubicada, no sufre de la incomodidad que mencionaba previamente en las películas de Bay. Las peleas cuentan con otro pro: no son de gratis, es decir, no hay peleas en favor de mantener a la audiencia entretenida, sino que la audiencia se entretiene con una pelea como resultado de situaciones muy bien desarrolladas a pesar de la evolución tan apresurada de la trama.

Y tenemos la escena final, que resume todo lo que les estoy diciendo, es casi como “¿Se acabó?” pero en el buen sentido, con un clímax que deja deseando más. Así que vayan por unas buenas cervezas y siéntense a disfrutar de la mejor película que ha hecho Guy Ritchie, Snatch es cine criminal de acción y comedia bien logrado, y merece ser vista más de una vez con más de una cerveza.

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