Solaris o el arte de convertir la ciencia ficción en poesía romántica.
- Redacción Universo
- 10 mar 2017
- 4 Min. de lectura
Tarkovsky sin duda alguna ha sido uno de los directores más importantes en la historia del cine. Esta vez se encontrará usted frente al análisis de una de sus películas emblemáticas (Solaris, 1972), donde además se analizarán temas de carácter técnico, como desde el desarrollo mismo de la historia y otras relaciones, lo invito a leer.

Mi primera película de Tarkovsky, sin duda un hecho para celebrar, ¿Pero por qué? Para quienes no lo conocen de nombre, o les suena similar o parecido al de alguno del 80 % de los rusos que han oído en su vida, o lo han oído mencionar en charlas de psudointelectuales y/o hípsters o simplemente de personas que les gusta el cine clásico, en una conversación sobre las películas que les gustan; Es un director afamado, llamativo, que es nombrado con reverencia en diferentes publicaciones periódicas de cine especializado, inspirador de debates agitados, referenciado en las diferentes industrias de cine mundial, en resumidas cuentas lo que podría llamarse como un nombre popular en las huestes cinematográficas y al mismo tiempo, una marca de calidad.
Pero suficiente de él, algún día tendrá su espacio. Solaris, una de sus películas más aclamadas, un espectáculo visual de 2 horas y “cuarentitantos” * minutos de metraje, que mezcla la ciencia ficción, el drama y triller psicológico, basándose en una novela de Stanislaw Lem, es una historia que no se complica mucho pero que sin embargo logra crear un trama compleja y reflexiva.
(Sin spoiler) Kevin es un psicólogo que recientemente ha perdido a su novia/esposa (Khary), es enviado a investigar los sucesos que ocurren en la estación espacial que orbita el planeta Solaris pues según la misma descripción que da un antiguo astronauta que orbitó su superficie se evidencian posibles síntomas de locura y/o de hechos fuera de lugar a quienes tienen contacto con el planeta. Su misión es descartar la misión por completo o darle la aprobación. Para ello debe viajar a la estación espacial que sobrevuela el planeta, donde lo esperan los únicos tres científicos que trabajan en ella, entre ellos un viejo amigo de Kevin. No se sabe nada del trio científico, se supone que deben entregar evidencia de viabilidad del proyecto espacial. La parte más importante de la trama se desarrolla a su llegada, pues sucesos extraños que confrontan al protagonista toman lugar.
¿Qué es eso de convertir ciencia ficción en poesía romántica?
En su película Andrei inicia con un drama, con una cadencia entre toma y toma que se balancea con maestría asombrosa en la delgada línea que sostiene al espectador en la trama y no lo deja caer en el pesado aburrimiento de sostener un plano sin sentido. Luego pasará alternándose la ciencia ficción (Hágase notar los elementos tecnológicos usados, estando en 1972) y después no tan lejanamente, el triller psicológico, generando ya una combinación bien lograda que raya la genialidad, con actuaciones que hacen respetar la dramaturgia rusa desde su interpretación teatral.
La frecuente utilización de objetos simétricos y geométricos, valga al caso, junto con la intervención de la tecnología relacionada con ellos, se mezclan de forma sutil con planos de la naturaleza que añaden ese toque romántico y armonioso al asunto, la combinación conceptual entre lo que pasa en la estación espacial y lo que pasa fuera de ella, en Solaris, fundamentan el título de esta reseña/opinión personal. La ficción que sustenta lo elemental de la historia (En la estación espacial) se combina con el romanticismo de las ideas de Tarkovsky plasmadas en la relación entre la naturaleza (en Tierra y en Solaris), Kevin (el protagonista) y su pasado (Khary).
Sin mencionarse el amor de manera explícita, este se ha incorporado desde el inicio con sutiles detalles, que estallan en la estación espacial haciéndose visibles en la medida en que el protagonista encuentra su camino. Esta palabra se convierte en la principal problemática entre la ciencia y lo romántico, entre el director y su obra, se hace expresa mediante el personaje de Snaut, uno de los científicos de la estación cuando advierte al protagonista hecho ya antítesis de la idea: No conviertas un problema científico en una historia de amor. Determinando el carácter que toma cada uno, en ella. Para finalizar esta sección en una de las últimas conversaciones que entre ambos surgen y con carácter reflexivo nos deja:
Kelvin: Mira, yo te amo (Refiriéndose a Snaut) El amor es un sentimiento que podemos experimentar, pero nunca explicarlo. Poder explicarlo como si fuera un concepto. Amas aquello que puedes perder: A ti mismo, a tu mujer, a tu tierra natal. Hasta ahora la humanidad y la Tierra eran inaccesibles para el amor. ¿Me comprendes Snaut? ¡Somos tan pocos! ¡Tan sólo varios billones! ¡Un puñado! Tal vez estemos aquí sólo, para sentir por primera vez al ser humano como motivo de amor.
TRAPPIST-1 y Solaris
Sin el ánimo de extenderme más de lo necesario, quiero dejar un fragmento en donde el también Snaut protagoniza uno de los discursos que personalmente más me gustaron de la película, generando una reflexión interesante que se acopla perfectamente a los hechos recientes con el ahora conocido sistema planetario TRAPPIST-1.
Sartorius: - ¡Propongo un brindis por Snaut, por su valor y por la fidelidad al deber! (Está de cumpleaños)
- ¡Por la Ciencia y por Snaut!
Snaut: - ¿La ciencia? ¡Es una necedad! En esta situación la mediocridad y la genialidad son igual de inútiles.
En realidad, no tenemos interés de conquistar el Cosmos. Lo que queremos es extender la Tierra hacia las fronteras del Cosmos. No sabemos qué hacer con otros mundos. No necesitamos otros mundos. Necesitamos un espejo. Buscamos un contacto, pero nunca lo encontraremos. Estamos en la necia situación del hombre que se esfuerza por una meta que teme, y de la que no se tiene necesidad. Al ser humano le hace falta otro ser humano.
¡Bebamos por Guibarian!
*Expresión rebuscada.
**Existe otra versión mucho más temprana (2002) dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por George Clooney.
***La versión de Tarkovsky para su reproducción en línea a la fecha de la publicación es muy complicada, si se quieren los subtítulos al español es casi inexistente, lo prudente es descargarla.
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